7 de agosto de 2014



Oficio de crisálida


Durante un tiempo estuve muerta:
hubo hambre y cansancio,
y el sonido del mar y el aroma de los alimentos
y la luz de la vida poblándose, reuniéndose;
pero algo estuvo muerto.
           
            (nada existe más allá del instante
            nada germina              nada surge
                       las horas pasan sin hacer ruido
                                   niebla que empaña cuanto toca)

Fue imposible rastrear los pasos en el tapiz
y ni siquiera hubo obstinación,
pues lo primero que un muerto pierde es la memoria;
comencé a olvidar sin ningún plan ni itinerario
y no hubo signo premonitorio
que advirtiera la llegada de esa calamidad.

            (acariciaste mi sombra afanosamente       amor    
            pero entonces ya  estaba muerta
                       hilachas de deseo en la piel y espuma muerta en
                          la boca
                                   que estar muerto es triste y dura mucho e indigna a
                                       quien lo presencia)

Durante un tiempo estuve muerta
como una crisálida guardada en una caja de cartón,
detenida en el umbral, olvidada del gusano y de la mariposa.

Instante perpetuo, cómo duele despertar de tu sosegada indiferencia,

de tu dócil y atónita bondad.